¡Estoy muy liado!

Ultimamente esta es la expresión que más escucho en clientes, compañeros y amigos. «¡Estoy muy liado!» Yo lo escucho y me imagino algo así:

¿Ejemplos más reales? Tengo un amigo con quien hace un año que intentamos quedar, una amiga que trabaja unas 60 horas a la semana, clientes que me piden propuestas y tras varios meses nunca encuentran tiempo de verlas, otros que me cancelan cursos porque no tienen tiempo material de organizarlos, gente que aplaza las reuniones repetidamente, etc. Con cariño, les (nos) dedico este post.

Todo el mundo está a tope. Confieso que muchas veces yo mismo saco esa expresión. Y lo peor es que no es una excusa (bueno, a veces sí) 🙂 y la gente apenas puede formarse, pensar estrategias, innovar, cuidar las relaciones, o incluso tomarse un respiro.

El hecho es que en los últimos años, buscando la eficiencia o la mera supervivencia de las empresas, debido a la crisis, la presión fiscal, o por el motivo que sea, se ha recortado tanto la estructura que muchas veces hoy hay 3 personas haciendo el trabajo que antes hacían 5.

Por otra parte el ajuste realizado en la empresa privada no ha sido correspondido por el sector público (veanse los datos oficiales), pero este es otro debate.

Volviendo al tema, usar menos empleados para hacer lo mismo no suele ser porque la productividad individual haya crecido, sino por otros motivos:

  • Se está renunciando al largo plazo. El empresario o directivo ya no piensa en crecer en cinco años, sino a sobrevivir el siguiente o en dar las cifras que reclama el accionista. Las iniciativas que no tienen un impacto inmediato en la cuenta de resultados se despriorizan. Por ejemplo la inversión en formación en empresas cayó más de un 25% durante la crisis.
  • Mercado laboral disfuncional, con un exceso de oferta de trabajadores no diferenciales y una escasa demanda de trabajadores que no necesita cuidarles, ya que sabe que quienes tienen una silla se aferran a ella aunque sea incómoda.
  • Los recortes no tienen un coste inmediato, normalmente quienes quedan están compensando con una mayor dedicación e ingenio la carencia de recursos, eso sí, a costa de un fuerte desgaste personal y de transmitir el mensaje que el recorte ha sido bien hecho, porque se produce lo mismo con menos coste.
  • Miedo a invertir por los empresarios y directivos, debido a incertidumbres sociales, políticas y económicas, y a la competencia de otros países más atractivos para los negocios.

No obstante, siendo los factores externos los que son, también propongo una serie de aspectos internos para provocar la reflexión a quien se acostumbra a decir «estoy muy liado» o «no tengo tiempo»:

  • Si la empresa te obliga a estar cronicamente «tan liado» que es insoportable (no una circunstancia puntual), renegocia tu puesto, aumenta tus recursos, delega, pide ayuda, prioriza, o si no hay nada que hacer revisa si merece la pena seguir en esa empresa. Tal vez estoy tan liado que no tengo tiempo de desliarme.
  • Es una excusa estupenda para no tener que decir que no abiertamente, o para no tener que elegir conscientemente entre tus prioridades. Sin embargo, normalmente los demás adultos preferimos que nos digan que no, o que nos den otra alternativa a que nos tengan pendientes.
  • Quizás no me atrevo a «plantarme» y explicar a mi jefe que no se pueden conseguir resultados infinitos con recursos decrecientes, solo a base de voluntarismo. En tal caso quizás ésto valga como indirecta.

  • Tal vez hemos «comprado» la imagen de que alguien muy ocupado es muy importante o muy comprometido con su empresa. Quizás otros nos puedan percibir como ineficientes, incapaces de delegar o mal organizados.
  • Puede indicar una mala gestión del tiempo. Un conductor que conduce todo el tiempo al límite y con el motor en el la línea roja no es un buen conductor. Un directivo que nunca tiene tiempo para pensar y anticiparse al futuro no es un buen directivo.
  • Puede indicar un enganche a la adrenalina de ir siempre al límite, o a salvar el día a base de heroismo. Pero a largo plazo yo prefiero instaladores de sistemas anti-incendios eficientes que bomberos heróicos.
  • A lo mejor es el miedo a «si paro de pedalear me caigo» o «no voy al médico no sea que me diga algo malo». O sea, ahogar la reflexión incómoda en la actividad desenfrenada.
  • Cuidado con el desempoderamiento progresivo. Nunca se dice «me he liado» o «he priorizado de forma que no voy a llegar a eso». El sujeto de la frase (el causante de la situación) no es uno mismo, luego la solución tendría que venir de algo o alguien externo, no de cambiar algo uno mismo. Somos víctimas inocentes a cambio de renunciar a liderar nuestra vida.

En definitiva: ¿para qué nos sirve estar tan liados? (Sinceramente, ahora que nadie nos oye.) Cada uno de los que estamos «muy liados» tal vez podríamos pararnos a pensarlo, o si necesitamos ayuda en este sentido buscar un buen coach. Pero no lo haremos, justamente porque ¡estamos muy liados! 😉

Esta entrada fue publicada en Artículos, Coaching y entrenamiento individualizado, Empresa y economía, Organización del talento, Videos. Guarda el enlace permanente.