‘Generación Woke’: las raíces de un nuevo puritanismo

¿Cómo es posible que lo que veíamos como barbaridades propias de los talibanes hace pocos años ahora esté sucediendo en nuestras ciudades?

En esta época de estatuas derribadas, corrección política, scratches y agresiones «antifascistas», leyes asimétricas según tu sexo, agravios reales o imaginarios colectivos que justifican cualquier agresión personal, insultos al discrepante y manipulación masiva de los medios, es difícil de entender cómo la generación que mejor ha vivido de la historia y la geografía parece tratar de destruir su sociedad (la menos imperfecta de todas), y sustituirla por algún colectivismo demasiado similar a otros anteriores.

Los argumentos, actos y razonamientos que muestran son iguales a los de fascistas, comunistas, fanáticos religiosos, etc. de antaño. Cambiemos la etiqueta del colectivo (raza aria, país, pueblo elegido, religión cristiana, o clase obrera) por otros colectivos victimizables y manejables (mujeres, negros, inmigrantes, regiones independentistas, LGTBI, etc.) et voilá.

Vandalizan estatuas de Colón y piden sacar otras de la Confederación -  Télam - Agencia Nacional de Noticias

Pero este movimiento de destrucción sólo puede triunfar en el caldo de cultivo de una sociedad cocinada a fuego lento durante 40 años, disolviendo la estructura institucional y de valores (libertad, responsabilidad individual, racionalidad, igualdad ante la ley, mérito, etc.) que la cohesionaba.

Para entender este fenómeno sociológico, he aquí este acertado y didáctico artículo de Argemino Barro. Explica el auge de lo políticamente correcto, cada vez más vigoroso entre los jóvenes de la Generación Z. Los nacidos a partir de 1995 se han criado en entornos superprotegidos y acuden a universidades tomadas por la hipercorreción política.

Algunas ideas interesantes (recomiendo leer el artículo entero) (excepto si tu única lectura es twitter, no sea que tengas un sobreesfuerzo mental):

  • Según la contabilidad de FIRE, entre 2000 y 2018 hubo 379 iniciativas para cancelar invitaciones a hablar en universidades, la mayoría desde 2013 en adelante. De estas peticiones, casi la mitad tuvieron éxito. De la otra mitad, los eventos que sí se celebraron, aproximadamente un tercio fueron objeto de protesta o sabotaje.
  • Greg Lukianoff quedó para comer con el psicólogo social y experto en comportamientos políticos, el profesor de Yale Jonathan Haidt. De su encuentro salió un artículo, The Coddling of the American Mind (“el consentimiento de la mente americana”) publicado en The Atlantic en 2015. El texto, que ilustraba los brotes fanáticos en las universidades y sus posibles motivos, provocó la magia de la identificación: muchos observadores de dentro y fuera del mundo académico reconocieron estos cambios en la dinámica estudiantil
  • Si bien la “crianza paranoica” ha reducido al mínimo todo tipo de percances y accidentes, las investigaciones citadas por Lukianoff y Haidt reflejan consecuencias perniciosas en el medio plazo. La ausencia de libertad y riesgo en nombre de la seguridad debilita a los niños, los hace miedosos y dependientes e incrementa, a la larga, la incidencia de trastornos mentales como la ansiedad y la depresión.
  • Entre 2005 y 2017, la proporción de jóvenes de entre 12 y 17 años que sufrió un “gran episodio depresivo en el último año” subió un 50%, hasta el 13,2% de los encuestados
  • Facebook, Twitter y sus variantes se incorporaron orgánicamente a su desarrollo juvenil, con todas sus ventajas e inconvenientes: incluidos la adicción y la sobreexposición constante a los juicios y opiniones de los demás. Muchos de los escasos momentos de ocio, en lugar de ser empleados jugando al fútbol o corriendo por un patio, se invertían en el mundo de los likes, los perfiles filtrados y la carrera por aparentar una vida más interesante y exitosa que la de los demás.
  • La izquierdización universitaria, en las últimas dos décadas, ha terminado arrinconando a las posiciones conservadoras. Los datos de Higher Education Research Institute reflejan que, en 2011, la proporción de docentes izquierdistas frente a docentes conservadores era de cinco a uno. En los campos de humanidades y ciencias sociales la diferencia es mayor, de diez a uno. En 2017, en la disciplina de psicología, había 17 profesores autoconsiderados de izquierdas por cada profesor de derechas.
  • Una disciplina que ha imperado en los departamentos de estudios sociales y culturales es la marcusiana, por el filósofo neomarxista alemán Herbert Marcuse, que en los años cincuenta y sesenta dio clase en las universidades de Columbia, Harvard, Brandeis y California. Su teoría del control social, en la que llamaba a los grupos oprimidos a revertir las estructuras de poder e imponerse a las élites, goza de plena salud y se ha ramificado hacia las perspectivas raciales y de género contemporáneas: la visión de la historia como una dialéctica entre grupos opuestos, una guerra contínua por el control de los recursos, con buenos y malos, esclavos y esclavistas, vencedores y vencidos.
  • Lukianoff y Haidt, que hilvanan su tesis cautelosamente, aportando excepciones y cubriendo varios ángulos, por ejemplo la polarización política general o las crecientes provocaciones de la extrema derecha a los universitarios, trazan un cuadro sombrío. Un paisaje tenso e hipersensible, sin baches ni ofensas, sin dobles sentidos, donde cada palabra es mirada con lupa, a las opiniones discordantes se las traga la autocensura y todo tiene que ser planchado para quedar perfecto: igualitario, diverso, politicamente correcto, justo.
  • La HBO, siguiendo el hábito de los campus, retiró Lo que el viento se llevó para añadirle las correspondientes explicaciones y trigger warnings. La BBC y el canal de entretenimiento online Netflix cancelaron la serie Little Britain por sus constantes parodias sociales, que incluían a grupos desfavorecidosSus creadores pidieron disculpas (14). La co-creadora de Friends, Marta Kauffman, hizo lo propio: confesó el pecado de no haber elegido un reparto de actores racialmente diversos en 1994.
Los escraches pasan de ser 'jarabe democrático' a 'acciones fascistas'  desde que le afectan a Ahora Madrid
  • El derribo de estatuas en las últimas semanas puede no ser una reacción aislada o puntual, sino un rasgo del cambio de época. Un síntoma de la ira identitaria, que no solo se dirige contra los monumentos de aquellos generales confederados que lucharon para mantener la esclavitud, sino contra todo aquel que no encaje perfectamente en el modelo definido por el colectivo wokeUn celo revolucionario similar al de los pueblos puritanos del siglo XVII, que, en nombre de valores encomiables como la paz y el orden, llevaron al extremo su obsesión por la perfección terrenal. Una cólera catártica que desborda los límites del presente y se expande, con iPhones en la mano en lugar de con antorchas, hacia la historia.

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