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¿Puede la ciencia resolver problemas morales?

Aunque parezca un poco offtopic, la moral y la filosofía cada vez tienen más que ver con la empresa. Cuando hablamos de principios y valores corporativos, de integridad de los líderes, de liderazgo desde los valores, de relaciones con clientes o compañeros, o de responsabilidad social corporativa… necesitamos una buena brújula moral o el resultado será un mero paripé de cara al escaparate social.

La pasada crisis económica, en el fondo fue algo más profundo: una crisis de valores. ¿Vale todo para conseguir beneficios? ¿Hemos aprendido algo de todo esto para evitar repetirlo? ¿Cómo conseguir que las empresas y sus directivos actúen de forma ética? ¿Queremos que cumplan la ley por miedo a castigos o que actúen honestamente? ¿Las regulaciones cada vez más estrictas son eficaces?

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Cuando las leyes, reglas instrucciones, incentivos y costumbres no bastan (al final nunca lo hacen), cada uno de nosotros debe ser capaz de encontrar la respuesta a preguntas difíciles, por ejemplo: ¿cómo debo comportarme, en este mundo complicado y a veces terrible, de manera que haga de él un sitio mejor para todos?

En muchos casos las decisiones son evidentes. Por ejemplo, si tengo acceso a la caja de la empresa, sé que no es correcto robar el dinero (otra cuestión es si luego tengo la integridad de actuar según mi brújula moral. Pero en otras ocasiones no es tan fácil saber cuál es la decisión correcta.

Resultado de imagen de angel diabloPor ejemplo, tengo un colaborador y amigo de 55 años que ha bajado su rendimiento al mínimo exigible por una serie de problemas personales y que no quiere cambiar ni acepta ayuda. Tras intentarlo todo, sólo me queda la decisión de despedirle o aceptar su trabajo «en huelga de celo».

  • Si le despido, le condeno a él y a su familia a graves problemas económicos, rompo una amistad, e implica pagar una gran indemnización.
  • Si le mantengo, provoco un agravio comparativo con los demás colaboradores que se esfuerzan, perjudico la moral y cohesión del equipo, y no actúo en el mejor interés de la empresa.

No sólo hay consecuencias económicas, sino también respecto al bienestar de las personas. ¿Qué hacer?

Aunque todos tenemos un cierto sentido moral intuitivo y unas convicciones por nuestra educación y nuestras experiencias, válidos para situaciones habituales o sencillas, articular de forma consciente nuestra construcción moral nos permitirá afrontar con más recursos esos dilemas morales complejos, que antes o después nos encontraremos.

Pero pensar estas cosas por uno mismo es complejo y trabajoso. Todo el mundo te sabe explicar sus funciones y tareas, pero casi nadie (incluyendo altos directivos) te sabe especificar cuáles son sus valores personales y cómo los define. La mayoría de personas prefiere actuar según los intereses circunstanciales o funcionar según un código moral heredado, más o menos coherente y completo. Incluso muchas veces basado en la religión o la tradición, sin ninguna reflexión propia.

En este contexto, considero que leer y discutir sobre filosofía y moral es muy recomendable. Tal vez incluso un criterio excluyente para selección de directivos, si realmente queremos que nuestras organizaciones se comporten con moralidad.

En los últimos 200 años hay un debate complejo en la sociedad occidental. Incluso en las familias, escuelas y empresas, en las que las nuevas generaciones ya no aceptan las viejas reglasSe discuten los valores y referencias morales tradicionales, pero ¿cuál es la alternativa? ¿La amoralidad y por lo tanto la actuación según la mera conveniencia? ¿El relativismo moral (todas las ideas, culturas y religiones son igualmente válidas)? ¿Dejarnos conquistar por otras religiones y culturas absolutistas / identitarias?

Además surgen otras preguntas complejas. ¿Pueden convivir en una familia / sociedad / empresa códigos morales distintos / incompatibles? ¿Hay un único código válido o son posibles varios? ¿Hay unos que son mejores que otros (o sea, la diferencia entre la moral y la ética? ¿Hay alguna manera objetiva de ir construyendo una ética basada en evidencias y no en subjetivismos? ¿Puede la ciencia ayudarnos a construir o delimitar una ética objetiva?

Toda esta larga pero necesaria introducción para recomendar un interesante video de Sam Harris (con subtítulos, si es necesario).

 

¿Qué dice tu salón sobre tí?

Mira estos dos salones

Resultado de imagen de salón zen

Resultado de imagen de salón recargadoAntes de contarte nada que te pueda condicionar, tras observar estas imágenes, te propongo jugar con unas sencillas preguntas. Incluso puedes compartir el juego con otras personas:

  1. ¿Qué adjetivos te vienen a la mente para describir a cada uno de estos salones? (unos 5 aproximadamente) ¿En qué medida coinciden con los de las otras personas?
  2. ¿En cuál de ellos te gustaría pasar un rato o tomar un té una vez en tu vida? ¿Por qué?
  3. ¿En cuál te gustaría vivir cotidianamente? ¿Por qué?

Este ejercicio lo he hecho con muchos clientes de diferentes empresas, y las respuestas suelen seguir un patrón bastante frecuente:

  • En respuesta a la primera pregunta, los adjetivos suelen coincidir bastante (recargado, rococó, lujoso, antiguo… vs. moderno, luminoso, frío, zen, limpio…) aunque siempre hay diferencias individuales, sobre todo en adjetivos más enjuiciadores que descriptivos (agobiante vs. regio, soso vs. relajante).
  • En respuesta a la segunda y tercera, muchas personas elegirían pasar un rato en el salón “recargado”, observar las obras de arte, jugar a ser príncipes o princesas un rato… pero la gran mayoría preferirían el “zen” para vivir su día a día.

¿Por qué? No es que uno tenga una decoración cuidada y el otro no. En ambos casos se ve que hay un criterio estilístico coherente, una inversión económica, una planificación, las cosas están limpias y ordenadas… Pero, visualmente, la mayoría se siente mejor en un espacio claro y despejado. Y no es simplemente un gusto estético.

Como veremos a continuación, hay una relación de influencia recíproca entre la persona y su entorno. En general partimos de la creencia de que “yo” soy una cosa y “mi entorno” es algo distinto y que yo soy quien influye en mi entorno, pero ¿es eso cierto?

El entorno personal como espejo revelador

Siguiendo con el ejemplo anterior, cuando entramos en el salón de otra persona, inmediatamente nos fijamos en todo lo que tenemos alrededor. Y, si somos observadores, nos permite averiguar mucho sobre su dueño. Si es un maniático del orden o es desordenado, qué nos transmiten los cuadros o decoración, si es clásico o moderno, si tiene niños, qué tipo de libros lee, si hay pequeños desgastes sin reparar, el poder adquisitivo que indica, si hay superficies horizontales libres o están ocupadas, etc.

De la misma manera… ¿Qué podría decir un extraño sobre mí, si entrara en mi salón? Y si yo fuera ese extraño que entra por primera vez ¿qué pensaría del dueño? A veces, a base de verlo todos los días, justamente dejamos de ver lo evidente. Ya nos hemos acostumbrado tanto que no percibimos esa cortina pasada de moda, ese hueco en el sofá donde siempre me siento, ese plato “decorativo” que nos regalaron nuestros suegros cuando fueron a Cuenca, etc. Para mirar mi entorno de nuevo con la mirada limpia ¿qué tal si realmente hacemos el ejercicio durante 5 minutos de imaginar qué soy un extraño que entra por primera vez en mi salón y tiene que adivinar cosas sobre su dueño?

También se puede hacer el mismo análisis por el modelo y estado del coche. Aunque parezca extraño, la apariencia física resulta ser un factor importante a la hora de elegir un coche. Y no es una cuestión de ser superficial. Simplemente, nuestro futuro vehículo nos gusta porque se parece bastante a nosotros. Ésta ha sido la conclusión a la que ha llegado un grupo de investigadores de la Universidad de Viena, que ha descubierto que las características de la parte frontal de un coche se asemejan a los rasgos faciales de su dueño.Imagen relacionada

Pero la semejanza coche-dueño no sólo se limita al aspecto exterior, sino que podemos inferir cosas sobre la personalidad, hábitos, o intereses del dueño simplemente mirando al coche. Hay quien tiene el coche impecable (y normalmente también es pulcro y ordenado en otras facetas de su vida). Hay quien tiene un deportivo llamativo (¿para impresionar o demostrar algo o acaso por competitividad o porque le gusta ir deprisa por la vida?). Hay quien lo tiene asqueroso, hecho un desastre, y lleno de abolladuras (¿quizás es descuidado en sus acciones, o conflictivo con otros, o posterga las tareas que le aburren?). Hay quien tiene un monovolumen con ositos y signos de bebé a bordo. Hay quien tiene un coche pequeño y coqueto. Hay quien tiene uno señorial y clásico. Hay quien compra un todoterreno enorme (¿para hacer actividades en la naturaleza, o para sentirse más aventurero de lo que es su vida cotidiana o acaso para intimidar a otros conductores en la ciudad?). Es decir, el coche es otro reflejo, imperfecto y no siempre unívoco, pero revelador sobre nosotros.

O el bolso de las mujeres también indica muchas cosas sobre su vida. ¿Cómo es su peso, su forma, su aspecto, su precio…? Si lo tienen repleto de cosas (tal vez para cuidar a toda la familia o porque se apegan a sus posesiones) o si es un pequeño bolso con el maquillaje y poco más. Si se aferran a él o se lo olvidan. Si es un símbolo de estatus o una mochila sencilla donde llevar los apuntes de la universidad. Si los compran compulsivamente para olvidarse de otros problemas o por el contrario mantienen el mismo bolso viejo y barato por falta de autoestima o por apegarse demasiado a las cosas.Resultado de imagen de mujer que lleva bolso

O el perro. Incluso hay investigaciones que demuestran que se puede identificar al dueño de un perro sin haberlos visto juntos. Stiegar y Voracek sustituyeron las fotos de los posibles propietarios por las imágenes de sus perros, y pidieron a un grupo distinto de personas adivinaran qué perro pertenecía a qué dueño. En la mayor parte de las ocasiones, los consultados acertaron. Unas conclusiones que se asemejan a los que obtuvo el grupo de investigación de la Universidad Kwansei Gakuin, en Japón. En esta ocasión, los científicos pidieron a un grupo de personas que identificaran al amo del perro que se mostraba en una foto, y el 80% de las mismas acertó al fijarse únicamente en los ojos.Imagen relacionada

Estas investigaciones han dado pie a que muchos psicólogos consideren el hecho de que las personas tienden a elegir a sus mascotas, sus objetos, e incluso sus amistades en función de cuánto se parecen a ellos.

O, tocando un tema peligroso, ¿qué dice mi trastero o mi armario? ¿Está ordenado o no me atrevo ni a entrar? ¿Hay cajas de hace varios años llenas de cosas que ni siquiera sé que están ahí? ¿Hay ropa que “encogió misteriosamente” y que sigo guardando con la vana esperanza de que vuelva a crecer? ¿Todo esto indica algo sobre cómo pospongo las tareas que me dan pereza? ¿Qué dice sobre mi toma (o no) de decisiones?Resultado de imagen de trastero desordenado

¿Y mi trabajo? ¿Qué dice de uno mismo su mesa de trabajo o su email? ¿Qué dicen de mí las personas con las que interactúo todos los días (por mucho que me queje de ellos)? ¿Qué indican los problemas o fallos con los que tropiezo una y otra vez? Pero también, ¿cómo me afectan?Resultado de imagen de mesa desordenada

¿Y mi pareja o hijos? ¿Qué diría de mí alguien que sólo les conociera a ellos? ¿Y qué podría adivinar sobre ellos alguien que sólo me conociera a mí? ¿Qué características suyas reflejan o interaccionan con otras mías?Resultado de imagen de niño malcriado

Realmente este ejercicio se puede hacer respecto a muchas cosas: aficiones, lugares, personas, etc. siempre que tengan una interacción relevante con uno mismo. Si no se tiene trastero o perro se puede elegir la nevera o la ropa que llevo. Todo aquello con lo que interactúo habitualmente es parte de mí y me refleja de alguna manera.

Finalmente, un reto que te propongo es que, igual que hacíamos con los dos salones iniciales, definas también con unos pocos adjetivos a estas facetas de tu vida, u otras que te puedan representar. Te invito a hacerlo ahora, seguro que descubres algo que no estabas viendo. Tal vez haya adjetivos similares, en los que se pueda buscar un patrón. Y en todo caso, piensa si alguno de esos adjetivos también habla del sujeto y no sólo del objeto. ¿Qué te dicen sobre ti mismo los adjetivos que dices sobre tus cosas?

Un par de anécdotas a partir de interrogar de esta manera a amigos o clientes:

  • Observé que mi amiga María (nombre ficticio) llevaba el bolso muy lleno y de que no lo dejaba a un lado de la silla, sino apoyado detrás de ella, sobre el asiento y contra el respaldo, de forma que ella quedaba sentada incómodamente en el borde del asiento. Tras dialogar al respecto, se dio cuenta de que toda su vida había trabajado muy duro para acumular bienes que le dieran seguridad. Pero ahora sus posesiones no le dejaban espacio para ser ella misma. Al cabo de unos meses había vendido su casa, cambiado de trabajo, rehecho su vida y llevaba un pequeño bolso muy coqueto (que dejaba al lado o colgado de la silla) con dos o tres cosas realmente necesarias. Y su postura al sentarse transmitía relajación y poder.
  • Eugenia (nombre ficticio) era una directiva muy competente y exitosa según todos los estándares. Tras leer algunas preguntas como estas, observó su salón con la mirada limpia. Y se dio cuenta que la decoración ya no correspondía con su gusto actual. Esas cortinas que nunca funcionaron bien, ese sofá comido por el sol y con el asiento ya ahuecado, esos mismos cuadros desde hace 20 años… Así que tomó la decisión de empezar por cambiar las cortinas. El resultado le gustó, pero ya no pegaban con el sofá. Así que cambió ese viejo sofá. Y los cuadros… Al cabo de unos meses, me comentó que se había divorciado. Parece ser que finalmente se dio cuenta de que había algo (alguien) más en el salón que ya no correspondía con quien era ella ahora. Y tras un proceso difícil, finalmente se sintió liberada y se alegró de haber escuchado el mensaje de su salón.

La interacción persona-entorno

Con estos ejemplos no te estoy animando a que te divorcies (o sí, tú sabrás), sino que quiero transmitir una idea fundamental.

Todos estos ejemplos nos llevan a una conclusión: Nuestro entorno inmediato no solamente es un escenario neutral en el que nuestro “personaje” se desenvuelve, sino que es influido y a la vez influye al personaje y a la historia que éste interpreta.

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No es como un lienzo sobre el que pintar. Más bien es como un huerto que cultivar, el cual a su vez nos dará distintos frutos según muchos factores, algunos de los cuales tienen que ver con nosotros. No es algo separado del individuo, sino que es parte del sistema vital del mismo. De la misma manera que no el ser humano no puede existir en el vacío, sino que existe en una atmósfera y en simbiosis con millones de bacterias, e integrado en sistemas sociales y familiares. De la misma manera que un lobo que es parte e influido por una manada y que a su vez forma e influye en la manada.

Esta es una perspectiva complicada para quienes venimos del paradigma individualista (muy valioso por otra parte y desde luego preferible a los colectivismos identitarios que tantos millones de muertos han generado). Del ser humano como entidad independiente que se mueve en un contexto pasivo, pasamos al ser humano interdependiente con su contexto. Realmente no hay una diferencia entre el contexto y el ser humano. El ser humano, aparte de su cuerpo y mente, también es su entorno y sus relaciones.

Por ejemplo, en los tratamientos contra la drogadicción, tras la desintoxicación fisiológica, y el tratamiento psicológico con el individuo, suponiendo que todo vaya bien, el individuo vuelve a su casa (o a dormir en la calle), a su entorno, a sus amigos y familiares (que posiblemente también se drogan), a sus hábitos de ocio (tal vez empieza con unas bebidas, luego fumar algo, luego…). Por eso en los tratamientos de desintoxicación eficaces se trabaja no sólo con el individuo, sino con el individuo en un contexto, en un sistema social y relacional con el que hay una interacción mutua.

Si no te gusta algo de tu entorno, puedes protegerte emocionalmente echando la culpa a algo o alguien ajeno a tí, o bien (más duro pero más eficaz) tal vez puedas empezar a pensar qué tienes que cambiar dentro de ti o en tu entorno.

Al final se trata de buscar la armonía interior y exterior. Hay tres niveles de armonía necesarios para el hombre.

  1. El primero es la armonía interior, entre emociones, pensamientos, deseos, objetivos, etc.
  2. El segundo es la armonía entre mi yo interior y mis acciones.
  3. El tercero es la armonía en y con mi entorno.

Resultado de imagen de armoníaPara conseguir una armonía más completa, hay que trabajarlos normalmente en este orden, aunque a veces la interacción entre estas etapas es más compleja y dinámica.

  1. Primero pon en orden tu mundo interior. Aclárate sobre lo que quieres, reconoce tus emociones y el mensaje que traen, resuelve tus conflictos internos entre los distintos personajes que pueblan tu subconsciente, equilíbrate, sé honesto sobre tus prioridades… (Ya sé que se dice más fácil que se hace, pero una amiga me dijo una vez “cuando te escuchas a ti mismo, las cosas en realidad son fáciles”.)
  2. En segundo lugar, sé coherente entre tu interior y tus acciones. Toma decisiones y cúmplelas. Renuncia a las excusas. Cambia de hábitos. Organiza tu vida para poder ir al gimnasio o cenar con tu pareja como querías, en vez de esperar a que las circunstancias te sean favorables. Sé disciplinado partiendo de la libertad de elección previa. Actúa. La única manera de recorrer un camino es poniendo un pie delante de otro repetidamente. Como decía Ghandi, “sé el cambio que quieres en el mundo”. En caso contrario no solamente tienes el fracaso garantizado sino que te sentirás mal, perjudicando la primera armonía.
  3. Por último, céntrate en tu responsabilidad ante los problemas de tu entorno inmediato. Pon en orden tu cuarto, tu coche, tu familia, tu trabajo, tus relaciones… O déjalos de una vez, o haz algo al respecto. Pon límites a los demás. Expresa tus expectativas. Empieza por algo fácil, que te produzca sensación de éxito, por ejemplo tira esos viejos CDs que ya nunca escuchas. Cuando tu entorno está mal, recuerda que no es algo separado de tí, sino que tú estás mal.

Aunque no sea culpa tuya cómo está tu salón o tu vida, sólo hay dos posiciones al respecto. O eres parte de la solución… o eres parte del problema. Buena suerte con tu decisión.

How to break bad management habits before they reach the next generation of leaders

Companies are counting on their future leaders to manage with more speed, flexibility and trust than ever before. But how can middle managers climb the corporate ladder while also challenging the way things have always been done?

Leadership expert Elizabeth Lyle offers a new approach to breaking the rules while you’re on your way up, sharing creative ways organizations can give middle managers the space and coaching they need to start leading differently.

(Subtítulos en español disponibles)

 

España, la economía europea donde los trabajadores valoran más la conciliación laboral

¿Quieres atraer talento? ¡Ofrece conciliación y buen sueldo!

Noticia de El Mundo basada en un estudio de Randstad con 200.000 entrevistas (10939 en España). Algunos extractos:Resultado de imagen de conciliación

  • España es la tercera gran economía del mundo, sólo por detrás de Hong Kong y Singapur, donde los empleados más importancia dan a la conciliación a la hora de buscar y mantenerse en un puesto.
  • A la hora de elegir un empleo lo que más valoran los españoles es la cuantía del salario y otros beneficios retributivos, por encima incluso de lo que lo hace la media europea y mundial (62 %, frente al 59 % en ambos casos).
  • Sin embargo, la mayor diferencia radica en la predilección que existe en España por el grado de conciliación entre la vida personal y profesional que permite el empleo potencial, nueve puntos por encima de la media europea y también global (55 frente a 46 %).
  • Este parámetro está impulsado en España principalmente por los integrantes de la llamada generación X (de entre 35 y 54 años), mientras que los milenials (25-34 años) priman el ambiente laboral, los boomers (55-64 años) la estabilidad del puesto y los de la generación Z (18-24) destacan por valorar la responsabilidad social del empleador.
  • El informe también pone de relieve que la vía más útil para encontrar trabajo en España es la de los portales de empleo del tipo de Infojobs, que permitieron colocarse al 42 % de los encuestados, seguida muy de cerca por las relaciones personales y recomendaciones (37 %) y lejos ya de las agencias de colocación (21 %), las webs de las empresas (14 %) o LinkedIn (13 %), entre otras.
  • Respecto a la permanencia en el puesto de trabajo, los que no quieren cambiar lo hacen por el salario, la conciliación, la estabilidad, el ambiente laboral y el interés de la tarea realizada, por este orden.
  • Por contra, quienes deciden cambiar lo hacen también en primer lugar por el salario, así como por las pocas opciones de proyección laboral, problemas de conciliación, falta de reconocimiento y ausencia de retos.
  • En conjunto, el 18 % de los encuestados españoles estaría dispuesto a perder más del 10 % de su salario a cambio de más estabilidad, frente al 16 % de media europea y 21 % mundial.
  • Ello explica que el 30 % de los españoles prefiera trabajar para una multinacional (donde espera encontrar estabilidad laboral, además de proyección y acceso a un seguro privado), frente al 22 % de media europea y el 18 % norteamericana. En Latinoamérica ese porcentaje es del 42 %, en Rusia del 30 % y en Asia y el Pacífico del 40 %.
  • Otro 17 % de los encuestados españoles aspira a trabajar para la Administración u organizaciones sin ánimo de lucro (donde busca también seguridad laboral, así como conciliación y un empleo interesante), frente al 10 % de media mundial.

Dejar lo que te hace daño

Hace poco he encontrado en fb un par de imágenes que valen más que mil palabras, sobre cómo nos aferramos e insistimos en lo que en el fondo sabemos que no nos conviene. Creo que vienen bien como reflexión para el verano, cuando tenemos un poco más de tiempo para pararnos a pensar y sentir.

No hay ninguna descripción de la foto disponible.

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Con mis clientes de coaching (también con amigos o conmigo mismo) muchas veces lo difícil no es saber qué decisión te conviene, sino reconocer la que ya no te conviene. Decir «basta» a ese empleo que te está costando la salud, esa relación tóxica, ese hábito que te trae problemas una y otra vez, tolerar ese comportamiento inadmisible…

En el fondo ya lo sabes. Es como cuando intentaste prolongar una mala relación de pareja, y tiempo después te reprochaste»¿por qué no la dejaría antes, si no tenía remedio?». Y tus amigos te lo decían, y tu familia, y el espejo…

Esa supuesta dificultad para saber qué hacer a menudo es un autoengaño para no mirar en esa zona oscura que siempre evitamos, para no admitir lo que ya hace tiempo que sabemos, para no afrontar a ese dragón que preferimos ignorar, con la esperanza de que se vaya.

Pero nunca funciona. La duda rebrota, la sombra cada vez es más oscura, el dragón vuelve.

Lo difícil es reconocer serenamente que la decisión que tomé en otro momento pudo ser la mejor que encontré entonces, pero ya no lo es ahora. Admitir que (en el fondo) hemos tomado una nueva decisión y asumir sus consecuencias.

¿Para qué no lo admito? Eso implicaría dejar ir a personas y objetos. Enfrentarse a conflictos o dañar relaciones. Renunciar a la seguridad o comodidad de la propia jaula. Reconocer errores o arriesgarse a cometerlos. Renunciar a objetivos imposibles o ajenos. Soltar lastre. Parar de dar pedales y arriesgarme a caer de la bicicleta. En definitiva, pagar los precios para seguir avanzando en la vida.

Se ve fácil en otra persona, pero desde dentro a cada uno nos da pavor nuestro propio «dragón». Esa figura mitológica que representa el caos y la destrucción de la frágil ficción de control que me he construido, pero también el poder y la sabiduría si aprendo a cabalgarlo. Afrontarlo es arriesgarme a arder y perder lo que soy o tengo. Sin darme cuenta de que justamente es así como el ave fénix se renueva.carteles miedo valentia enfretarmiedos dragon desmotivaciones

Así que me protejo. Mi inconsciente tiene toda una gama de sesgos cognitivos, creencias limitantes y emociones descontroladas que me impiden dejar la crisálida y volar como una mariposa. Imagino posibles riesgos (y los doy por ciertos aunque nunca han pasado), razono impecablemente algo que no convence a nadie, encuentro excusas para aplazar las acciones, me autosaboteo, etc.

Pero esos sesgos, creencias, emociones… no soy yo. En el momento que les reconozco como parte de mí, pero sólo una parte, puedo escuchar su buena intención, cuestionarlos, y sustituirlos.

¿Y las personas pueden cambiar patrones tan instalados? Normalmente hace falta una situación traumática o un impacto externo tan nítido que no podemos seguir ignorando para darnos cuenta de ese tipo de decisiones. Pero hasta entonces sigo dañándome, y cada vez costará más corregir el rumbo. A pesar de saber que cuando voy en la dirección equivocada, cuanto antes la corrija será mucho mejor. ¿De verdad es necesario esperar a que la vida me saque «tarjeta roja», a tener un infarto en el trabajo, a que me deje mi pareja, a tener una depresión…?

Así que mi pregunta para el verano no es «¿qué nueva decisión quieres tomar?» sino «¿qué decisión incómoda ya has tomado en el fondo y aún no has admitido?».

¡Que tengáis unas buenas vacaciones!