¿Qué dice tu salón sobre tí?

Mira estos dos salones

Resultado de imagen de salón zen

Resultado de imagen de salón recargadoAntes de contarte nada que te pueda condicionar, tras observar estas imágenes, te propongo jugar con unas sencillas preguntas. Incluso puedes compartir el juego con otras personas:

  1. ¿Qué adjetivos te vienen a la mente para describir a cada uno de estos salones? (unos 5 aproximadamente) ¿En qué medida coinciden con los de las otras personas?
  2. ¿En cuál de ellos te gustaría pasar un rato o tomar un té una vez en tu vida? ¿Por qué?
  3. ¿En cuál te gustaría vivir cotidianamente? ¿Por qué?

Este ejercicio lo he hecho con muchos clientes de diferentes empresas, y las respuestas suelen seguir un patrón bastante frecuente:

  • En respuesta a la primera pregunta, los adjetivos suelen coincidir bastante (recargado, rococó, lujoso, antiguo… vs. moderno, luminoso, frío, zen, limpio…) aunque siempre hay diferencias individuales, sobre todo en adjetivos más enjuiciadores que descriptivos (agobiante vs. regio, soso vs. relajante).
  • En respuesta a la segunda y tercera, muchas personas elegirían pasar un rato en el salón “recargado”, observar las obras de arte, jugar a ser príncipes o princesas un rato… pero la gran mayoría preferirían el “zen” para vivir su día a día.

¿Por qué? No es que uno tenga una decoración cuidada y el otro no. En ambos casos se ve que hay un criterio estilístico coherente, una inversión económica, una planificación, las cosas están limpias y ordenadas… Pero, visualmente, la mayoría se siente mejor en un espacio claro y despejado. Y no es simplemente un gusto estético.

Como veremos a continuación, hay una relación de influencia recíproca entre la persona y su entorno. En general partimos de la creencia de que “yo” soy una cosa y “mi entorno” es algo distinto y que yo soy quien influye en mi entorno, pero ¿es eso cierto?

El entorno personal como espejo revelador

Siguiendo con el ejemplo anterior, cuando entramos en el salón de otra persona, inmediatamente nos fijamos en todo lo que tenemos alrededor. Y, si somos observadores, nos permite averiguar mucho sobre su dueño. Si es un maniático del orden o es desordenado, qué nos transmiten los cuadros o decoración, si es clásico o moderno, si tiene niños, qué tipo de libros lee, si hay pequeños desgastes sin reparar, el poder adquisitivo que indica, si hay superficies horizontales libres o están ocupadas, etc.

De la misma manera… ¿Qué podría decir un extraño sobre mí, si entrara en mi salón? Y si yo fuera ese extraño que entra por primera vez ¿qué pensaría del dueño? A veces, a base de verlo todos los días, justamente dejamos de ver lo evidente. Ya nos hemos acostumbrado tanto que no percibimos esa cortina pasada de moda, ese hueco en el sofá donde siempre me siento, ese plato “decorativo” que nos regalaron nuestros suegros cuando fueron a Cuenca, etc. Para mirar mi entorno de nuevo con la mirada limpia ¿qué tal si realmente hacemos el ejercicio durante 5 minutos de imaginar qué soy un extraño que entra por primera vez en mi salón y tiene que adivinar cosas sobre su dueño?

También se puede hacer el mismo análisis por el modelo y estado del coche. Aunque parezca extraño, la apariencia física resulta ser un factor importante a la hora de elegir un coche. Y no es una cuestión de ser superficial. Simplemente, nuestro futuro vehículo nos gusta porque se parece bastante a nosotros. Ésta ha sido la conclusión a la que ha llegado un grupo de investigadores de la Universidad de Viena, que ha descubierto que las características de la parte frontal de un coche se asemejan a los rasgos faciales de su dueño.Imagen relacionada

Pero la semejanza coche-dueño no sólo se limita al aspecto exterior, sino que podemos inferir cosas sobre la personalidad, hábitos, o intereses del dueño simplemente mirando al coche. Hay quien tiene el coche impecable (y normalmente también es pulcro y ordenado en otras facetas de su vida). Hay quien tiene un deportivo llamativo (¿para impresionar o demostrar algo o acaso por competitividad o porque le gusta ir deprisa por la vida?). Hay quien lo tiene asqueroso, hecho un desastre, y lleno de abolladuras (¿quizás es descuidado en sus acciones, o conflictivo con otros, o posterga las tareas que le aburren?). Hay quien tiene un monovolumen con ositos y signos de bebé a bordo. Hay quien tiene un coche pequeño y coqueto. Hay quien tiene uno señorial y clásico. Hay quien compra un todoterreno enorme (¿para hacer actividades en la naturaleza, o para sentirse más aventurero de lo que es su vida cotidiana o acaso para intimidar a otros conductores en la ciudad?). Es decir, el coche es otro reflejo, imperfecto y no siempre unívoco, pero revelador sobre nosotros.

O el bolso de las mujeres también indica muchas cosas sobre su vida. ¿Cómo es su peso, su forma, su aspecto, su precio…? Si lo tienen repleto de cosas (tal vez para cuidar a toda la familia o porque se apegan a sus posesiones) o si es un pequeño bolso con el maquillaje y poco más. Si se aferran a él o se lo olvidan. Si es un símbolo de estatus o una mochila sencilla donde llevar los apuntes de la universidad. Si los compran compulsivamente para olvidarse de otros problemas o por el contrario mantienen el mismo bolso viejo y barato por falta de autoestima o por apegarse demasiado a las cosas.Resultado de imagen de mujer que lleva bolso

O el perro. Incluso hay investigaciones que demuestran que se puede identificar al dueño de un perro sin haberlos visto juntos. Stiegar y Voracek sustituyeron las fotos de los posibles propietarios por las imágenes de sus perros, y pidieron a un grupo distinto de personas adivinaran qué perro pertenecía a qué dueño. En la mayor parte de las ocasiones, los consultados acertaron. Unas conclusiones que se asemejan a los que obtuvo el grupo de investigación de la Universidad Kwansei Gakuin, en Japón. En esta ocasión, los científicos pidieron a un grupo de personas que identificaran al amo del perro que se mostraba en una foto, y el 80% de las mismas acertó al fijarse únicamente en los ojos.Imagen relacionada

Estas investigaciones han dado pie a que muchos psicólogos consideren el hecho de que las personas tienden a elegir a sus mascotas, sus objetos, e incluso sus amistades en función de cuánto se parecen a ellos.

O, tocando un tema peligroso, ¿qué dice mi trastero o mi armario? ¿Está ordenado o no me atrevo ni a entrar? ¿Hay cajas de hace varios años llenas de cosas que ni siquiera sé que están ahí? ¿Hay ropa que “encogió misteriosamente” y que sigo guardando con la vana esperanza de que vuelva a crecer? ¿Todo esto indica algo sobre cómo pospongo las tareas que me dan pereza? ¿Qué dice sobre mi toma (o no) de decisiones?Resultado de imagen de trastero desordenado

¿Y mi trabajo? ¿Qué dice de uno mismo su mesa de trabajo o su email? ¿Qué dicen de mí las personas con las que interactúo todos los días (por mucho que me queje de ellos)? ¿Qué indican los problemas o fallos con los que tropiezo una y otra vez? Pero también, ¿cómo me afectan?Resultado de imagen de mesa desordenada

¿Y mi pareja o hijos? ¿Qué diría de mí alguien que sólo les conociera a ellos? ¿Y qué podría adivinar sobre ellos alguien que sólo me conociera a mí? ¿Qué características suyas reflejan o interaccionan con otras mías?Resultado de imagen de niño malcriado

Realmente este ejercicio se puede hacer respecto a muchas cosas: aficiones, lugares, personas, etc. siempre que tengan una interacción relevante con uno mismo. Si no se tiene trastero o perro se puede elegir la nevera o la ropa que llevo. Todo aquello con lo que interactúo habitualmente es parte de mí y me refleja de alguna manera.

Finalmente, un reto que te propongo es que, igual que hacíamos con los dos salones iniciales, definas también con unos pocos adjetivos a estas facetas de tu vida, u otras que te puedan representar. Te invito a hacerlo ahora, seguro que descubres algo que no estabas viendo. Tal vez haya adjetivos similares, en los que se pueda buscar un patrón. Y en todo caso, piensa si alguno de esos adjetivos también habla del sujeto y no sólo del objeto. ¿Qué te dicen sobre ti mismo los adjetivos que dices sobre tus cosas?

Un par de anécdotas a partir de interrogar de esta manera a amigos o clientes:

  • Observé que mi amiga María (nombre ficticio) llevaba el bolso muy lleno y de que no lo dejaba a un lado de la silla, sino apoyado detrás de ella, sobre el asiento y contra el respaldo, de forma que ella quedaba sentada incómodamente en el borde del asiento. Tras dialogar al respecto, se dio cuenta de que toda su vida había trabajado muy duro para acumular bienes que le dieran seguridad. Pero ahora sus posesiones no le dejaban espacio para ser ella misma. Al cabo de unos meses había vendido su casa, cambiado de trabajo, rehecho su vida y llevaba un pequeño bolso muy coqueto (que dejaba al lado o colgado de la silla) con dos o tres cosas realmente necesarias. Y su postura al sentarse transmitía relajación y poder.
  • Eugenia (nombre ficticio) era una directiva muy competente y exitosa según todos los estándares. Tras leer algunas preguntas como estas, observó su salón con la mirada limpia. Y se dio cuenta que la decoración ya no correspondía con su gusto actual. Esas cortinas que nunca funcionaron bien, ese sofá comido por el sol y con el asiento ya ahuecado, esos mismos cuadros desde hace 20 años… Así que tomó la decisión de empezar por cambiar las cortinas. El resultado le gustó, pero ya no pegaban con el sofá. Así que cambió ese viejo sofá. Y los cuadros… Al cabo de unos meses, me comentó que se había divorciado. Parece ser que finalmente se dio cuenta de que había algo (alguien) más en el salón que ya no correspondía con quien era ella ahora. Y tras un proceso difícil, finalmente se sintió liberada y se alegró de haber escuchado el mensaje de su salón.

La interacción persona-entorno

Con estos ejemplos no te estoy animando a que te divorcies (o sí, tú sabrás), sino que quiero transmitir una idea fundamental.

Todos estos ejemplos nos llevan a una conclusión: Nuestro entorno inmediato no solamente es un escenario neutral en el que nuestro “personaje” se desenvuelve, sino que es influido y a la vez influye al personaje y a la historia que éste interpreta.

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No es como un lienzo sobre el que pintar. Más bien es como un huerto que cultivar, el cual a su vez nos dará distintos frutos según muchos factores, algunos de los cuales tienen que ver con nosotros. No es algo separado del individuo, sino que es parte del sistema vital del mismo. De la misma manera que no el ser humano no puede existir en el vacío, sino que existe en una atmósfera y en simbiosis con millones de bacterias, e integrado en sistemas sociales y familiares. De la misma manera que un lobo que es parte e influido por una manada y que a su vez forma e influye en la manada.

Esta es una perspectiva complicada para quienes venimos del paradigma individualista (muy valioso por otra parte y desde luego preferible a los colectivismos identitarios que tantos millones de muertos han generado). Del ser humano como entidad independiente que se mueve en un contexto pasivo, pasamos al ser humano interdependiente con su contexto. Realmente no hay una diferencia entre el contexto y el ser humano. El ser humano, aparte de su cuerpo y mente, también es su entorno y sus relaciones.

Por ejemplo, en los tratamientos contra la drogadicción, tras la desintoxicación fisiológica, y el tratamiento psicológico con el individuo, suponiendo que todo vaya bien, el individuo vuelve a su casa (o a dormir en la calle), a su entorno, a sus amigos y familiares (que posiblemente también se drogan), a sus hábitos de ocio (tal vez empieza con unas bebidas, luego fumar algo, luego…). Por eso en los tratamientos de desintoxicación eficaces se trabaja no sólo con el individuo, sino con el individuo en un contexto, en un sistema social y relacional con el que hay una interacción mutua.

Si no te gusta algo de tu entorno, puedes protegerte emocionalmente echando la culpa a algo o alguien ajeno a tí, o bien (más duro pero más eficaz) tal vez puedas empezar a pensar qué tienes que cambiar dentro de ti o en tu entorno.

Al final se trata de buscar la armonía interior y exterior. Hay tres niveles de armonía necesarios para el hombre.

  1. El primero es la armonía interior, entre emociones, pensamientos, deseos, objetivos, etc.
  2. El segundo es la armonía entre mi yo interior y mis acciones.
  3. El tercero es la armonía en y con mi entorno.

Resultado de imagen de armoníaPara conseguir una armonía más completa, hay que trabajarlos normalmente en este orden, aunque a veces la interacción entre estas etapas es más compleja y dinámica.

  1. Primero pon en orden tu mundo interior. Aclárate sobre lo que quieres, reconoce tus emociones y el mensaje que traen, resuelve tus conflictos internos entre los distintos personajes que pueblan tu subconsciente, equilíbrate, sé honesto sobre tus prioridades… (Ya sé que se dice más fácil que se hace, pero una amiga me dijo una vez “cuando te escuchas a ti mismo, las cosas en realidad son fáciles”.)
  2. En segundo lugar, sé coherente entre tu interior y tus acciones. Toma decisiones y cúmplelas. Renuncia a las excusas. Cambia de hábitos. Organiza tu vida para poder ir al gimnasio o cenar con tu pareja como querías, en vez de esperar a que las circunstancias te sean favorables. Sé disciplinado partiendo de la libertad de elección previa. Actúa. La única manera de recorrer un camino es poniendo un pie delante de otro repetidamente. Como decía Ghandi, “sé el cambio que quieres en el mundo”. En caso contrario no solamente tienes el fracaso garantizado sino que te sentirás mal, perjudicando la primera armonía.
  3. Por último, céntrate en tu responsabilidad ante los problemas de tu entorno inmediato. Pon en orden tu cuarto, tu coche, tu familia, tu trabajo, tus relaciones… O déjalos de una vez, o haz algo al respecto. Pon límites a los demás. Expresa tus expectativas. Empieza por algo fácil, que te produzca sensación de éxito, por ejemplo tira esos viejos CDs que ya nunca escuchas. Cuando tu entorno está mal, recuerda que no es algo separado de tí, sino que tú estás mal.

Aunque no sea culpa tuya cómo está tu salón o tu vida, sólo hay dos posiciones al respecto. O eres parte de la solución… o eres parte del problema. Buena suerte con tu decisión.

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