Un poco de humor para una sociedad desganada y desilusionada

Rodeado de desganados

No sé si será por la mediana edad, por las circunstancias socioeconómicas de España, por la plandemia o por algún otro motivo, pero en los últimos años veo a mi alrededor un montón de gente desilusionada y desganada. Gente que va sobreviviendo, sin grandes aspiraciones, sin ilusiones, capeando un temporal que nunca acaba, sin atreverse a fijar un rumbo e izar las velas.

Pero mucho mejor que una sesuda descripción, una sonrisa ácida, gracias al humor (gracias, Paco).

Es cierto que no todo el mundo es así, y que todos nos hemos sentido deprimidos o decepcionados en algún momento, lo cual es natural (al final del post te vinculo algunos posts relacionados).

Pero mi teoría es que hay un sentimiento colectivo de desánimo en nuestra sociedad. No me refiero a situaciones puntuales o individuales. Ni siquiera a un colectivo concreto. Me refiero a una tendencia generalizada y preocupante: mucha gente ya no aspira a mejorar, sino que se conforma con una mediocridad relativamente cómoda.

Algunos ejemplos:

  • Los adolescentes van desganados a un instituto que detestan, se conforman con un iphone y unas zapatillas, y se esfuerzan lo justo para que les vayan pasando de curso
  • Los jóvenes se conforman con un pisito compartido, tinder, emborracharse con los amigos, un viaje una vez al año; un puesto de funcionario; videojuegos o porno; y si no quieren o no pueden permitirse familia, un perro
  • Los maduros van tirando con una pareja con la que soportarse, unas vacaciones en la playa dos semanas al año, comer unas raciones el fin de semana, pagar la hipoteca y netflix
  • Los ancianos con que les suban la pensión un importe ridículo, un viaje del Imserso y listas de espera eternas en la sanidad.

Hay muchos factores para esta respuesta psicológica. Estamos confundidos y adoctrinados por los medios de «infoxicación», deformados por el sistema «educativo», entretenidos por placeres banales, asustados de crisis internacionales y amenazas planetarias, hartos de recibir castigos arbitrarios, y atontados con la vieja técnica de «pan y circo» para que no pensemos en abordar los problemas de fondo, ya sean individuales o colectivos.

Así, la sociedad está anestesiada (como en «Un mundo feliz») y dominada (como en «1984»). Ya no tenemos ilusión, sino que aceptamos la mediocridad y nos volvemos pasivos y mansos. Renunciamos a ser protagonistas de nuestras vidas, y aceptamos ser tristes comparsas en una obra de teatro protagonizada por otros, sin expectativa de poder hacer un cambio significativo. Podríamos hablar de una indefensión aprendida colectiva.

Un problema más profundo

Aunque nos lo tomemos con humor, el asunto es muy serio y sistémico. Nuestra sociedad está haciéndose cada vez más disfuncional. Por mencionar tres indicadores significativos:

  • Todos los años hay miles de suicidios, especialmente de hombres (aunque se oculte el problema porque no conviene políticamente).
  • El consumo de ansiolíticos y antidepresivos bate records. Por no hablar de las drogas legales e ilegales.
  • Con todo el malestar y desmotivación generalizado, no es raro que la gente tenga menos proyectos de familia. Cuál es la causa y cual es el efecto sería otra discusión compleja. El hecho es que nuestra cultura y sociedad está en proceso de extinción demográfica.

Después de tan deprimente diagnóstico, tenemos dos opciones: podemos caer en la desesperación, la insensibilización o el nihilismo, o bien podemos despertarnos de la pesadilla y empezar a cambiar las cosas.

¿Soluciones?

¿Cuál es la respuesta? Ya me gustaría que hubiera una receta sencilla o una píldora que resolviera los problemas sociales y personales. La realidad es más complicada. Sin tener una varita mágica, al menos sugiero algunas ideas:

  • Empieza por tí mismo. Desintoxícate de televisión y redes sociales. Disfruta de los buenos pequeños momentos y organiza proactivamente momentazos. Exige mucho a la vida (como explicaba en este artículo). Define qué es éxito para tí y sé ambicioso al respecto. Renueva tu mobiliario o tu armario. Haz las cosas que realmente te motivan. Retoma tus aficiones, o empieza una nueva. Cambia de trabajo, sitio, pareja o lo que sea que te genera cierta comodidad insatisfactoria. Encuentra o define tu Ikigai. Si estás bloqueado, busca apoyo de amigos o profesionales, pero no esperes que sean otros quienes arreglen tus problemas. Y sobre todo, sé tu mejor versión y pon en orden tu vida antes de arreglar el mundo.
  • En tu entorno, familia y trabajo, fomenta los elementos motivadores principales: sentido y avance. Define o consensua un propósito compartido, y ayuda a que las personas se enfrenten y superen sus retos. Recupera estilos de vida equilibrados y en armonía con nuestra naturaleza y hazlos compatibles con el trabajo moderno. Ejemplifica y explica valores como la libertad, la excelencia, la responsabilidad, etc.
  • A nivel colectivo, despierta y levanta la voz. No seas la «rana hervida» a fuego lento. Date cuenta de que hay algo muy podrido en nuestra sociedad (pista: no son los ciudadanos). No aceptes la autocensura de la corrección política. Busca medios de comunicación alternativos para informarte. No votes a los partidos políticos que nos depredan. Júntate con gente que merezca la pena. Sé parte del cambio que quieres en el mundo.

Para acabar en positivo, también recomiendo la música como medio para levantar el ánimo.

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