La paradoja de la estupidez

Mats Alvesson y André Spicer en “The Stupidity Paradox. The Power and Pitfalls of Functional Stupidity at Work” plantean que lejos de ser centros de conocimiento intensivo la mayor parte de las principales organizaciones actuales se han convertido en máquinas generadoras de  estupidez.Resultado de imagen de estupidez funcional

En ellas se puede contemplar cómo personas inteligentes dejan de pensar y empiezan a hacer cosas estúpidas: dejan de hacer preguntas, no razonan sus decisiones y no prestan atención a las consecuencias de sus actos.

Algunas ideas clave:

  • En un estudio reciente realizado por psicólogos en la Universidad de Virginia halló que casi el 50% de las personas que entrevistaron estarían dispuestas a recibir electroshocks antes de sentarse y pensar durante un tiempo de 6 a 11 minutos. Este aborrecimiento del pensamiento independiente es también común en el ambiente laboral.
  • Resultado de imagen de estupidez funcionalLa estupidez funcional es la inclinación a reducir nuestra amplitud de pensamiento y centrarnos únicamente en los aspectos técnicos del trabajo. Hacemos nuestro trabajo correctamente pero sin reflexionar sobre su propósito o sobre un contexto más amplio. Sus víctimas continúan siendo capaces de realizar su trabajo pero dejan de hacer preguntas sobre el mismo. Se obsesionan con las apariencias superficiales, dejan de hacer preguntas y comienzan a obedecer las órdenes sin cuestionarlas nunca, no piensan en los resultados ya que se centran en las técnicas para hacer las cosas. Se convierten en expertas en hacer cosas que tienen “buena pinta”.
  • Las organizaciones fomentan la estupidez funcional de diversas maneras, como por ejemplo algunas cuentan con culturas que enfatizan la necesidad de estar orientados a la acción. El foco en el corto plazo hace que las personas se acostumbren a sacar su trabajo de ahora mismo sin pararse a pensar en cómo ello afecta al largo plazo.
  • En la mayor parte de las organizaciones no se están utilizando todas las capacidades de sus profesionales porque éstos se dedican a tareas rutinarias y poco complicadas.
  • La mayoría de directivos se guían por ideas llamativas o aceptadas en su entorno, independientemente de sus consecuencias. El ser humano tiende a evitar el esfuerzo intelectual de tomar buenas decisiones, y en su lugar se guía por intuiciones, sesgos, y creencias infundadas. En lugar de pensamiento complejo se dedican a ofrecer jergas superficiales, afirmaciones agresivas o visión de túnel. La reflexión, el análisis cuidado y el pensamiento independiente decaen.
  • Las ideas y prácticas  idiotas son aceptadas como válidas y con frecuencia recompensadas, penalizando a los que se atreven a manifestar sus reparos. Quien corre el riesgo de pararse a pensar suele ser interpretado como ser problemático, poco resolutivo o carente de compromiso.

Aquí podéis ver todo el brillante artículo de Isabel Carrasco.

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