El estado como mafia dominante

Tengo malas noticias: Debes 28000€ de deuda pública. Y tus hijos también, cada uno. No tendrás una pensión ni remotamente correspondiente a los años y dinero que has cotizado a la SS. No estaremos vacunados hasta el año que viene. Hay 100000 conciudadanos que ya nunca podrán vacunarse. Si tienes un conflicto con un delincuente lo más probable es que tú seas el perjudicado. Si caes enfermo puedes esperar meses a ser atendido. Si quieres montar una empresa encontrarás todo tipo de trabas e impuestos. Si quieres desplazarte pagarás impuestos por comprar, usar, circular o no circular con tu coche. Pero lo que no falta es gasto público, políticos, instituciones, empleados públicos, leyes y prohibiciones, liberados sindicales, etc. El estado cada vez es más fuerte, la nación cada vez más débil.

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Puede que rechaces esta idea sin considerarla siquiera; al fin y al cabo choca con nuestras creencias más asentadas. Desde niños, se nos transmite (se da por supuesto, forma parte de las creencias colectivas que nunca cuestionamos, no lo vemos porque es parte de nuestro marco mental) que las autoridades y el estado están ahí para cuidarnos. Y que por eso tenemos que obedecerles y pagar impuestos.

Los colegios y universidades, los medios de comunicación masivos, los partidos políticos, y todo el establishment nos inoculan ideas aparentemente inocentes y benéficas (son ellos quienes viven de que nosotros las creamos) sobre el estado. Se utilizan palabras buenistas sobre el estado del bienestar, lo social, la solidaridad, etc. Se distorsiona la analogía del padre protector extendiéndola a lo público, y cuando hay casos escandalosos de abuso (o sea, a menudo) siempre hay alguna excusa o cabeza de turco, pero manteniendo el mismo sistema.

¿Y si fuera al revés? ¿Y si el estado existiera para ostentar el poder y extraer recursos a los ciudadanos y, como medio y excusa para poder seguir haciéndolo de manera más eficiente y a largo plazo, nos protege en cierta medida? De la misma forma que el pastor protege a sus ovejas, por interés propio.

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¿Qué diferencia a organizaciones como el «estado islámico» o las mafias de los gobiernos «legítimos»? En ambos casos hay un uso organizado de la fuerza, un mantenimiento del orden y una protección a la población para seguir extrayéndoles recursos coactivamente. De hecho, los estados han matado a muchos más ciudadanos que cualquier organización criminal.

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Juan Ramón Rallo explica de forma muy didáctica una perspectiva libertaria sobre el origen y verdaderas intenciones del estado.

Sobre este tema, recomendamos el libro Power And Prosperity: Outgrowing Communist And Capitalist Dictatorships de Marcus Olson. Una reseña:

«Why do some economies do better than others? How does society encourage the kind of market economy that generates continually increasing incomes? How do particular styles of government affect economic performance? World-renowned economist Mancur Olson tackles these questions and others in what will surely be regarded as his magnum opus. Olson contends that governments can play an essential role in the development of markets. Reliable enforcement of private contracts and protection of individual rights to property depend on governments strong enough not to undermine them. His exploration of «market-augmenting governments» will stand as a cutting-edge work on economic growth and provide a useful framework in which to consider the Asian financial crisis and its aftermath

Estos debates son realmente complejos e interesantes. Podríamos y deberíamos hablar de forma constructiva sobre si es posible o no vivir sin estados, si es sostenible frente a otros estados u organizaciones mafiosas, cuáles son las funciones mínimas y máximas que un estado debe cumplir, cómo los ciudadanos pueden controlar al estado (si es que es posible), etc. Francamente, creo que entre libertarios, liberales, conservadores, socialdemócratas y gente que piensa en general sería bueno tener conversaciones razonadas.

Personalmente, rechazo la coerción intrínseca a estados y mafias y el crecimiento cancerígeno propio de cualquier estructura estatal, aunque entiendo su necesidad para ciertas cuestiones y tampoco caigo en la utopía anarquista. Tras darle muchas vueltas, a día de hoy, soy partidario de un estado minarquista, por motivos complejos que ya contaré en otra ocasión.

También recomendamos otro post anterior, no apto para mansos u ofendiditos:

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