Diversidad diversa y libre, no la que nos imponen

Este verano volví a leer el genial libro «Animal Farm» de Orwell, y me pareció profético.

Además recientemente comentaba con un amigo la plena actualidad de una escena de «La vida de Brian».

Así que, inspirado por estos genios, empecemos el curso siendo políticamente incorrectos.

Personalmente estoy en contra de los planes obligatorios de igualdad y diversidad en el entorno profesional, así como de muchas otras leyes relacionadas, supuestamente hechas para «proteger a colectivos discriminados». No porque esté en contra de la igualdad y la diversidad, sino por los siguientes motivos.

Desde el punto de vista utilitarista (¿los fines justifican los medios?), los resultados que aporta son contraproducentes:

  • Son irrelevantes para el progreso de las mujeres en ámbitos profesionales. Desde hace 40 años muchas mujeres han llegado lejos sin necesidad de estas políticas, y desde que las hay no han llegado más lejos. Bueno, salvo alguna cajera que ha llegado a ministra por sus méritos… personales.
  • Son dañinos para el desempeño de los profesionales y su entorno. Si vamos a seleccionar o promocionar personas por características que son irrelevantes e incluso contrapuestas con su desempeño, estamos perjudicando a todos los relacionados con ese puesto: compañeros que tienen que suplirle, clientes que no reciben el servicio, etc.. Por ejemplo: Si hay un incendio y tienen que sacar a tu familia inconsciente ¿prefieres que lo haga un bombero capaz de cargar a alguien de 80kg o a una bombera que no es capaz de cargar a alguien de 50kg?
  • Dañan a la empresa desviando recursos, atención y tiempo de los problemas reales y el propósito de la empresa. Además suponen un coste burocrático y económico totalmente improductivo, a costa de cualquiera de los otros stakeholders. Hay un dicho respecto a las empresas que han seguido políticas ideológicas radicales y se han enfrentado a la oposición de sus propios clientes: «go woke, go broke». Por ejemplo Disney, Amazon, Gilette, Bud Lights, etc.
  • No arreglan nada a las mujeres que han sido realmente discriminadas o acosadas en el pasado o presente. De hecho hacen que sus denuncias sean menos creíbles. Ni hacen a los acosadores y machistas cambiar su forma de ser, sólo ocultarlo.
  • A menudo son irrealizables. Buena suerte si quieres buscar camioneras, mecánicas, y tantas otras profesiones en las que sencillamente las mujeres no quieren trabajar, por el motivo que sea. Por ejemplo, un director de RRHH me dijo que pagaría todas las multas que le pusieran, ya que era imposible encontrar en el mercado mujeres para ciertos puestos.
  • Generan los incentivos inadecuados. Hay ciertas carreras que implican una apuesta costosa (en tiempo, dedicación, renuncia a la vida personal, inversión, conflictos, etc.) para conseguir un alto pero incierto beneficio. Por ejemplo, la mayoría de profesionales exitosos han tenido que trabajar más de 50 horas a la semana, 50 semanas al año, durante 30 años, a costa de su vida personal. Muchos otros han fracasado y han acabado arruinados. Si ciertas personas pueden acceder a ese beneficio por su pertenencia a un colectivo sin haber pagado los mismos costes, el mensaje que se transmite es que no merece la pena esforzarse. Luego nos extrañamos de que cada vez más gente renuncie a los ascensos o a asumir más responsabilidades.
  • Perjudican y dificultan las relaciones de trabajo, amistad o sentimentales que son inevitables en el trabajo. Por ejemplo, muchos hombres piden expresamente viajar en avión en plazas separadas de sus compañeras, y nunca se reunen con una mujer en privado o en una sala cerrada. Esta desconfianza permanente está plenamente justificada, ya que una denuncia falsa te puede arruinar la vida profesional y persona. Y no es un riesgo hipotético, conozco varios ejemplos de amigos que han sido objeto de tales situaciones.
  • Intentan cambiar la naturaleza humana sin éxito. Los dos sexos tenemos preferencias, prioridades, circunstancias y necesidades algo distintas. Resulta que las mujeres estadísticamente prefieren trabajos en los que cuiden personas, no estén en peligro, y puedan atender otras prioridades personales, por ejemplo hay una mayoría aplastante de profesoras de infantil, psicólogas, funcionarias, enfermeras, etc. Resulta que los hombres prefieren (estadísticamente y comparativamente con las mujeres) trabajos más manuales, más orientados al logro, más independientes, más arriesgados y también más rentables, como empresario, camionero, policía, deportista, ingeniero, etc. por poner algunos ejemplos. Incluso en los países en los que más se han promovido estas políticas han fracasado. En los países nórdicos, tras décadas de fomentar que las mujeres se dedicaran a carreras STEM, siguen sin convencerlas para que las elijan. Estas preferencias colectivas no son un problema, el problema sería que a un individuo le prejuzgaran, discriminaran y no le dejaran intentar algo típicamente no asociado con su colectivo.
  • Son fácilmente soslayables. Desde el momento en que basta inscribirse como mujer en el registro civil, podemos decir a la mitad de señores con barba y esposa que se declaren señoras.
  • Desprotegen a las mujeres. Si tradicionalmente había vestuarios y competiciones separadas era por buenos motivos. Llegamos al absurdo de que hay violadores que han conseguido cumplir su sentencia en cárceles para mujeres. Como se ha visto en muchos ámbitos del deporte femenino, las mujeres no pueden competir contra personas que han nacido y crecido como hombres, es fisiológica y anatómicamente imposible. Y ¿te parecería bien que una persona con barba y pene compartiera el vestuario con tu hija simplemente por inscribirse como mujer? Tal vez estas políticas no sólo no ayudan sino que perjudican a las mujeres.

Desde el punto de vista moral, son claramente antiéticos:

  • La discriminación «positiva» sigue siendo discriminación. Son injustos con los que quedan discriminados y tenían méritos para conseguir el puesto. Luther King no dijo que esperaba que a sus nietos les dieran algo por ser negros, sino que les juzgaran por su carácter.
  • Son injustos con las mujeres que lo consiguen por mérito propio, el cual siempre quedará bajo sospecha. Lo que más molesta a una mujer que se merece su éxito no es haber trabajado duro para conseguirlo, sino que se crea que lo ha conseguido sin trabajar.
  • Son injustos con las empresas éticas que tienen políticas y culturas realmente inclusivas y meritocráticas pero que no coinciden con los reglamentos o apariencias impuestos desde el poder.
  • Son asimétricos. No veo a nadie exigiendo que la mitad de los poceros, ferralleros, militares, mendigos, operarios en fábricas o presos sean mujeres o trans. Sólo se obliga a la igualdad en los puestos de dirección o gobierno, no en trabajos penosos, peligrosos o difíciles.
  • Elegir el sexo, la orientación sexual o la raza como criterios únicos de diversidad es selectivo y arbitrario. Sólo se utilizan las diversidades que convienen políticamente. Nadie reclama cuotas ni subvenciones específicas para los hombres blancos de más de 50 años y menos de 1m60cm divorciados con bigote de la provincia de Teruel. No porque sean privilegiados u oprimidos tras hacer un análisis científico, sino porque no es un colectivo útil para conseguir más poder. Tampoco se habla de diversidad cognitiva, de personalidad, de ideas políticas, etc. las cuales seguramente sean más relevantes. ¿Por qué unas diversidades arbitrarias y no otras?
  • Se confunde (intencionadamente) igualdad de oportunidades con igualdad de resultados, lo cual son cosas muy distintas. La igualdad de oportunidades es una libertad negativa (basta con que nadie me impida intentarlo y no me discriminen) y bastante realizable, mientras que la igualdad de resultados es totalmente imposible (cada ser humano tiene características innatas o desarrolladas que le hacen más apto para ciertas tareas y no para otras) e impone en otras personas obligaciones no voluntarias, independientes del mérito, para garantizar la igualdad de resultados, que tampoco se logra nunca.
  • Se manipulan y sesgan los datos y los debates, y se mezclan con pasiones y emociones para justificar una postura ideológica. No se busca la verdad objetiva ni se comparan diferentes visiones y facetas sobra la misma, ni se comparten opiniones y juicios subjetivos. Por ejemplo, cuando se habla de la brecha salarial nunca se analiza qué parte tiene que ver con la realización de horas extra, trabajos más penosos o difíciles, mayor disponibilidad horaria, etc. Y por supuesto no se comparan puestos de igual responsabilidad. Y cuando se contradicen los datos supuestamente racionales, se mezclan pasiones y emociones para anular cualquier debate.
  • Es una idea bonita transformada en un caballo de Troya para interferir en la libertad de las personas y empresas, imponer la ideología woke (de la que ya hablamos en otro post) y dar más poder a quienes supuestamente persiguen un fin benéfico pero inalcanzable, y por lo tanto siempre tienen la excusa perfecta para conseguir más poder y recursos.

Lo que no acabo de entender es cómo la mayoría de empresas y sus directivos, en especial los de RRHH, aceptan esta situación sin resistirse ni explicar estos argumentos. Veo mucho miedo a la presión social, política y mediática, y poca tarea didáctica.

El peligro es que, como decía Churchill, apaciguar y alimentar a la bestia sólo la hace más fuerte.

En fin, ¿Qué opináis? Como decía la frase, «No quiero que todos piensen como yo; quiero que todos piensen, como yo.»

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