El perfeccionismo ¿virtud o defecto?

Hay una frase que me encanta: «un defecto es una virtud llevada al extremo.» De hecho, si quiero saber los defectos de una persona le pregunto por sus virtudes e imagino cómo serían llevadas al extremo. Una persona ordenada podría ser maniática e inflexible; una persona sociable podría ser demasiado dependiente de la aceptación ajena; una persona espontánea podría tener dificultades para autocontrolarse o planificar, etc.

En las entrevistas de trabajo es muy típico que las personas confiesen como «defecto» el perfeccionismo. En realidad, suele ser una falsa modestia, porque el perfeccionista suele estar encantado de serlo (a pesar de que sea consciente de que tiene su lado perjudicial).

En procesos de coaching, con confianza y sinceridad, he tenido clientes que reconocen que su excesivo perfeccionismo por una parte les ha aportado muchas cosas buenas pero por otra parte pagan precios en cuanto a ansiedad, dificultad para delegar, dificultades para priorizar, equilibrio con la vida personal, etc.

El falso evangelio de perfeccionismo de Satanás | by Joaquin Solis | Medium

Pero es un «defecto» del que es difícil desengancharse por varios motivos:

  • Miedo a caer en el otro extremo insoportable de desorden y chapuza, sin pensar que puede haber un punto intermedio razonable
  • Es un tipo de comportamiento asociado al rasgo de personalidad «responsabilidad / consciousness» dentro del modelo Big Five, es decir, está imbricado con la propia personalidad durante años y no es fácil de cambiar
  • Aporta sensación de control y ¿por qué no reconocerlo? superioridad frente a otras personas más chapuceras. «Anda, quita, ya lo hago yo» en realidad puede querer decir «Yo lo sé hacer mejor que tú, y soy imprescindible.»
  • Evita tomar decisiones difíciles, como decir que no a otros o tener que priorizar recursos escasos.
  • Aporta también aceptación social, y con frecuencia éxito profesional.

Respecto a este tema, es interesante este artículo al respecto de Patricia Ramirez en ABC. Además de varias reflexiones interesantes sobre este rasgo, he aquí algunos consejos prácticos para perfeccionistas (pista: no hace falta aplicarlos todos perfectamente 😉

1. Hazte la pregunta¿qué precio estoy pagando por ser tan exigente y perfeccionista conmigo? Trata de escribir una lista para tomar conciencia de ello.

2. Deja de querer controlarlo todo. No es posible.  Para saber si algo depende de ti, basta con que te preguntes ¿esto que me preocupa tanto puedo resolverlo ahora?

3. Más no es sinónimo de mejor. Necesitas cambiar algunas de tus creencias para poder bajar tu nivel de exigencia.

4. Aprende a convivir con el ligero malestar que provoca la imperfección. Cuando te acostumbras a ese malestar, si le dejas un tiempo, si te expones a esa “mediocridad”, al final el malestar se diluye. Y así dejas de esclavizarte.

5. Ten un mantra para calmar los pensamientos obsesivos y rumiantes que te dicen “hazlo ahora, hazlo mejor”.  Sin juzgarte, sin razonar.

6. Ponte tiempos razonables a aquellas tareas a las que sueles darles más vueltas. A veces nos enredamos con una tarea y no tenemos límites. Nos ponemos a corregir algo y lo leemos una y otra vez, una y otra vez. Ponle un límite de tiempo.

7. La gente te quiere porque eres persona, no porque seas perfecto. No necesitas la aprobación de nadie. Si tu satisfacción personal y tu seguridad dependen de la aprobación de los demás, siempre buscarás cómo hacer las cosas mejor para no perder esa aprobación. 

Necesitas flexibilizar tu mente. Abrirla. Entender que la vida es más que este momento en el que te estás consumiendo por vivir una vida perfecta. Nadie te va a pedir cuentas de tu perfección cuando no estés aquí. Y la huella que dejas en la vida está más relacionada con el disfrute y los valores de convivencia, que con lo que hagas desde tu nivel de exigencia.

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