La crisis… para el ciudadano de a pie
El otro día pagué por primera vez más de 100€ en la gasolinera. Aún recuerdo cuando el litro estaba a 100 pesetas. El combustible se ha convertido en un artículo de lujo, como hacer la compra, ir a trabajar y tantas otras cosas normales. Pero, más allá de los datos con los que nos confunden en los medios de infoxicación, vayamos al quid de la cuestión: la disminución del poder adquisitivo real.
En cambio, al estado y a las petroleras parece que les va bastante bien.
Los del foro de Davos deben estar encantados, cada vez nos acercamos más a su eslogan «no tendrás nada y serás feliz».
Las recomendaciones de la AIE
En un interesante artículo del blog de Santi García (que recomiendo leer, pero en el que me baso para este post), se analizan algunas recomendaciones de la Agencia Internacional de la Energía (AIE) en su recién publicado Plan de 10 puntos para reducir el consumo de petróleo. Serían capaces en conjunto de reducir la demanda de petróleo de las economías avanzadas en 2,7 millones de barriles por día en un horizonte de cuatro meses, sobre todo incidiendo en el transporte.
Entre estas medidas se encuentran la reducción de los límites de velocidad en las autopistas, limitar el acceso de los automóviles a los centros de las ciudades, disminuir el precio del transporte público, fomentar los viajes compartidos, dar preferencia al tren de alta velocidad frente al avión, evitar los viajes de negocios cuando existan alternativas como las reuniones virtuales, e impulsar el vehículo eléctrico. Como vemos, todo basado en prohibiciones, impuestos y estatismo. No hay nada respecto a desarrollar otros tipos de energía, a disminuir el malgasto y aumentar la eficiencia en ciertos países (China, Rusia, India) e industrias, o a producir localmente, por poner algunos ejemplos. Tampoco se dice nada sobre cabrear a Argelia y tener que comprar el combustible a EEUU y a Rusia más caro que nunca.
Otra cuestión que nos podríamos plantear es cuánto petróleo ahorraríamos si los políticos y poderosos no usaran aviones, cochazos y helicópteros sin mesura alguna, o si en vez de ahogar la industria nuclear la hubiéramos potenciado. Por ejemplo, la reciente cumbre de la OTAN nos ha costado a los españoles 35 millones de €. En contraste, estos dos años yo he realizado innumerables reuniones de todo tipo con gente de diversos países, con un coste de 0€.
¿Con qué autoridad me dicen ahora que no puedo usar mi coche en Madrid porque no tiene etiqueta ecológica, que tengo que comer menos carne, que tengo que subir la temperatura del aire acondicionado en verano y bajar la calefacción en invierno?
Como decía el chiste:
- Bautista, para ahorrar en combustible, ponga la temperatura a 17º
- ¿Está usted segura, señora? ¿No tendrá frío?
- No, Bautista, no se entera. Me refiero a la de su habitación.
En fin… ¿Qué podemos hacer desde RRHH respecto al consumo energético?
Yendo a lo que está en nuestra mano, de los diez puntos del plan, el que me resulta más sugerente y cercano a RRHH es la propuesta de teletrabajar como mínimo tres días por semana cuando esta fórmula sea posible. Y me llama la atención por dos motivos. Por una parte, porque de las diez acciones propuestas en el plan, el teletrabajo tres días por semana es la medida que la AIE estima que puede producir un mayor descenso en la demanda de petróleo. Ni más ni menos que medio millón de barriles diarios.
Respecto a los ahorros, los números están ahí. Antes de la pandemia, el uso de vehículos privados para ir al trabajo en las economías avanzadas era responsable del consumo de alrededor de 2,7 millones de barriles de petróleo al día. Pero ahora también sabemos que alrededor de un tercio de los trabajos en las economías avanzadas se pueden realizar desde el domicilio, lo que sin duda supone una enorme oportunidad de reducir la demanda de petróleo de manera significativa.
Por otra parte, por lo mucho que esta medida contrasta con la vuelta a la presencialidad que observo en la mayoría de las empresas con las que me relaciono, cuyas políticas de trabajo híbrido, en muchos casos, han acabado siendo bastante más conservadoras de lo que anticipaban a mediados de 2020. Los motivos (legales, culturales, organizativos, etc.) son complejos y dan para bastante debate, como vimos en anteriores posts:
¿Trabajo presencial, teletrabajo o modelos híbridos? ¿Qué haría un directivo con visión estratégica?
Presente y futuro del teletrabajo
Y tú… ¿Qué piensas? ¿Qué políticas de teletrabajo tenéis en tu empresa? ¿Sería posible reducir el combustible gastado en desplazamientos que no aportan valor? ¿Cómo hacerlo sin perjudicar la libertad y la eficacia de empresas y personas? ¿Qué medidas podrías proponer en tu empresa para racionalizar el teletrabajo?
